Allí donde nuestros ojos no llegan solo nos queda el uso de imaginación para intentar adivinar aquello que no podemos ver. Y pocas cosas pueden crear tantas suposiciones y sueños que un mundo que brilla en nuestro firmamento, cuyo rostro es ya tan familiar, pero que de manera obstinada esconde su otra cara, siempre mirando al exterior, como si no quisiera mostrarse por completo, jugando con nosotros y desafiándonos a que fuéramos hasta ella para averiguar sus secretos.
Así era, hasta mediados del siglo pasado, la cara oculta de La Luna. Los telescopios no dejaron de aumentar en potencia, pudimos observar detalles de otros mundos, incluso de estrellas y galaxias lejanas, pero a las puertas de casa la mitad de nuestro satélite permanecía envuelto en el misterio, dado lugar a especulaciones de todo tipo, algunas más coherentes que otras, sobre lo que allí se escondía. Era un desafío imposible, un lugar para proyectar los más locos sueños al que nunca podríamos llegar. Hasta que, con el amanecer de la carrera espacial, llegó la hora de poner punto final al misterio de la cara oculta.
Y la que pasó a la historia por arrancar el velo de oscuridad y mostrarla por primera vez al mundo fue la pequeña sonda soviética Luna 3. Sería el 7 de octubre de 1959, a las 03:30 UT y desde una distancia de 63.500 km por encima de la superficie cuando por primera vez se tomaba una fotografía de esta zona desconocida, hasta ese momento tan remota a pesar de estar justo al lado de La Tierra, a la que siguieron otras 29, hasta que 40 minutos después tomó la última de ellas. La Humanidad había roto una frontera que había permanecido inalcanzable durante todo su historia.
En todos los sentidos fue una gesta increíble, en especial si se tiene en cuenta que apenas habían pasado 2 años desde del Sputnik 1, el primer satélite de la historia. A la tecnología del momento llevada hasta el límite, impulsada por el enfrentamiento de la Guerra Fría, y ciertamente las fotografías (aquellas que pudieron ser transmitidas a La Tierra, unas 17 en total) era de una resolución bajísima si se compara con imágenes actuales o incluso tomadas solo unos años después, pero eran un hito en la historia de la Humanidad y así fueron tratadas en su momento.
Pero incluso con tan poco calidad las fotografías demostraron, ante la sorpresa de los astrónomos, que la cara oculta era muy diferente a la cara visible, con una casi total ausencia de los característicos "mares" que le dotan de esa apariencia tan familiar. Solo los posteriormente conocidos como Mare Moscoviense (A) y Mare Smythii (C) daban un poco de vida a un rostro carente de otra cosa que no fueran cráteres, descubriendo al mundo esta curiosa anomalía de la que aún no se tiene una explicación clara. Exploradores posteriores demostraron que la corteza del lado visible es más delgada que en el lado oculto, y que la cantidad de elementos radiactivos, cuyo calor al desintegrarse puedo haber favorecido la formación de magma, es también mayor, por lo que habrían tenido un camino más fácil hasta la superficie durante los grandes impactos.¿Tuvo esto algo que ver en esta diferencia? O quizás el tirón gravitatorio terrestre es el responsable último?
Nuevas sondas, como Clementine, Kaguya o Lunar Reconnaissance Orbiter, nos han desvelado la Cara Oculta con todo detalle, pero aunque maravillosas, ninguna de ellas igualó jamás ese momento mágico en que la Humanidad pudo ver, por primera vez, y después de siglos de sueños, esa otra cara de La Luna.
La pequeña Luna 3, una sonda con una vida corta (el contacto se perdió el 22 de octubre de 1959, posiblemente desintegrada en la atmósfera terrestre en su viaje de regreso) provisto de un sistema de imágenes Yenisey-2, con una lente de doble cámara de AFA-E1, una unidad de procesamiento automático de la película y un escáner. Las imágenes fueron transmitidas a La Tierra el 8 de Octubre, cuando Luna 3 se encontraba ya de nuevo lo suficientemente cerca de nuestro planeta para poder transmitirla, ya que desde la órbita lunar su señal era demasiado débil para ello.
El sistema fototelegráfico de Luna 3.
Una imagen de la totalidad de la superficie lunar realizada a partir de fotografías de la sonda Clementine, con la cara visible en el centro. Se observa como los grandes "mares" lunares se concentran en ella, mientras están casi ausentes en la oculta. Esta diferencia fue el mayor descubrimiento de Luna 3 y el inicio de un misterio que aún no tiene una explicación clara.
Las mareas gravitatorias de La Tierra hacen que La Luna tenga su rotación "atrapada" y nos muestre siempre la misma cara (Izquierda), un efecto que vemos en la práctica totalidad de lunas del Sistema Solar. De lo contrario (derecha) podríamos ver la totalidad de la superficie.
La cara oculta en todo su esplendor (Lunas Reconnaissance órbiter).
Oct. 7, 1959 – Our First Look at the Far Side of the Moon
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