martes, septiembre 15, 2020

Lluvia de piedra

Revelado el ciclo regular en las erupciones de Bennu.

En Enero de 2019 la OSIRIS-Rex reveló que el asteroide que estaba explorando era aún más extraordinario de lo que parecía inicialmente. Todo empezó con una observación del "horizonte", detrás del cual aparecía el fondo de estrellas. Sin embargo algo raro se veía en ellas, una aparente concentración estelar que no se correspondía a ninguna agrupación conocida, 200 puntos de luz donde solo deberían verse unos 10, y que pronto fue identificada cono una erupción pequeñas partículas que se elevaban desde la superficie. La primera de muchas, ya que desde entonces las cámaras de la sonda han captado más de 300 eventos de esta clase.

Bennu se revelaban como un asteroide activo, algo que parecía reservado a los cometas, mostrándose por tanto como un mundo que pese a su diminuto tamaño, era un lugar dinámico y cambiante, con una lluvia de pequeñas partículas, con un tamaño máximo de unos 6 centímetro, que llueve sobre la superficie a cámara superlenta. Y lo hace mediante ciclos que parecen seguir un patrón ciertamente regular, siempre durante el atardecer. Eso refuerza que una de las fuentes de esta actividad es la fractura térmica de las rocas superficiales, que se ven sometidas a rápidos ciclos (4.3 horas que dura la rotación del asteroide) de calentamiento y enfriamiento, lo que al final provoca que algunas se partan, lanzando fragmentos que, por la ínfima gravedad, se alejan durante horas antes de caer, entrando incluso en órbitas suborbitales antes de descender de nuevo. Así de tenue es el lazo que mantiene unido este cuerpo.

Un proceso cíclico al que posiblemente se añade el impacto de pequeños meteoritos, que igualmente producen erupciones de partículas notables. La suma de ambos factores explica la actividad del asteroide, que pese a ello apenas pierde masa, ya que las partículas son muy pequeñas y la inmensa mayoría terminan regresando "a casa". Un descubrimiento más que interesante para entender su naturaleza, además de revelar un potencial peligro a la hora de realizar las operaciones de tomas de muestras, que la sonda deberán tener en cuenta. Una superficie cubierta de rocas y una lluvia de partículas son el exigente escenario al que se enfrentará en unas semanas.

La erupción del 19 de Enero de 2019, la primera captada por la OSIRIS-Rex y que reveló la extraordinaria actividad que experimenta este pequeño mundo.

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