El desierto de Atacama es uno de los lugares más hostiles de nuestro planeta. Extremadamente seco, con periodos registrados de sequía de hasta 400 años, con un aire enrarecido y unos altos niveles de radiación Ultravioleta a causa de la altura, es lo más parecido a las condiciones ambientales que existen en Marte que podemos encontrar de forma natural en nuestro planeta. Y por ello un lugar ideal, incluso desde el punto de vista biológico, para poner a prueba tecnologías destinadas a la exploración de dicho planeta.
El rover Zoë es un ejemplo de estas prácticas marcianas en La Tierra, un vehículo de 771 Kilogramos movido por con energía solar, capaz de ser controlado a distancia desde los EEUU, dotado con cámaras, sensores y algunos de los instrumentos utilizados en la exploración del planeta rojo, como es el caso de DAN (Dynamic Albedo of Neutrons), cuya utilización durante la primera misión de este vehículo en Atacama, en 2005, permitió detectar un problema que pudo así ser corregido en el que se instaló en Curiosity, y que de lo contrario habría dejado de funcionar poco tiempo después de su llegada a Marte.
Ahora, con la mente puesta en el nuevo rover que la NASA quiere enviar a Marte en 2020, esta, en colaboración con el Instituto SETI, la Universidad Carnegie Mellon de Pensilvania y la Academia de Robótica de la Universidad Católica del Norte, encargada de su ensamblaje, un renovado Zoë, dotado de nuevo software que le dota de mayor autonomía, de mejores sensores para medir las condiciones climáticas, espectrómetros y un conjunto de cámaras capaz de capturar detalles y hacer panorámicas, "aterrizó" de nuevo Atacama para afrontar nuevas prácticas, en especial en la búsqueda de señales de vida microbiana, un objetivo que ya afrontó con éxito en 2005, pero que en está ocasión con el añadido de un taladro capaz de extraer muestras de terreno situada hasta 1 Metro por debajo de la superficie, para su posterior análisis.
Entre los instrumentos de Zoë disponía en esta ocasión encontramos al MMRS (Mars Microbeam Raman Spectrometer), uno de los primeros candidatos para ser incluido en el nuevo rover marciano, basado en la espectroscopia Raman y que permite obtener un espectro completo de todos y cada uno de los minerales y moléculas orgánicas presentes. Junto a el también encontramos a BUF (Bio-UltraViolet Fluorescent instrument), que provoca la fluorescencia de la materia orgánica presente en las muestras.
A lo largo de su travesía por Atacama, desde el 17 al 29 de Junio, realizó 11 perforaciones en el terreno, extrayendo un total de 40 muestras de material de diversas profundidades para su análisis, todo ello de forma autónoma y mientras hacia desplazamientos notables, que algunos días llegaron a los 10 Kilómetros, demostrando su gran movilidad y capacidad de realizar una intensa actividad científica.
No será está la última vez que Zoë visite Chile y Atacama. Con todos los datos reunidos en este nuevo ensayo los ingenieros han podido plantear toda una lista de mejoras tanto para el vehículo como para sus instrumentos, que serán aplicadas a este rover en su siguiente visita, prevista para 2014, y que permitirá avanzar un paso más hacia lo que deberá ser el gran rover que, en 2020, seguirá los pasos de Opportunity y Curiosity. Un largo camino que, como vemos, empieza precisamente allí donde La Tierra y Marte se dan la mano, un lugar que está considerado con toda justicia el paraíso de la astronomía.
En su nueva aventura por Atacama Zoë recorrió más de 50 Kilómetros por esta desértica pero a pesar de todo hermosa tierra.
El corazón de Zoë. La caja plateada corresponde al MMRS (Mars Microbeam Raman Spectrometer).
Autonomous rover drills underground in the Atacama
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