La mayoría de sondas interplanetarias están destinadas a terminar su vida en silencio, permaneciendo como mudos testimonios del esfuerzo de la Humanidad para superar los límites de su mundo y ir más allá, y no son pocas las que hoy día permanecen en órbita solar décadas después del final de su misión, además de las que, como es el caso de las Pioneers 10 y 11, hace tiempo que se perdieron en las profundidades del espacio, destinadas, como las Voyagers y la New Horizons, a un viaje sin fin alrededor de la galaxia. Solo unas pocas tienen un final espectacular, como la Galileo, incinerada en la atmósfera de Júpiter o la Cassini, que lo será en la de Saturno en 2017.
El 17 de Diciembre de 2012 las sondas gemelas GRAIL, conocidas también como Ebb y Flow, entraron en la historia y en este grupo selecto, colisionando, con apenas 30 segundos de diferencia, contra la superficie lunar, en las laderas de una montaña situada cerca del Polo Norte. Era el final inevitable para unos exploradores que, en su misión de estudio del campo gravitatorio selenita, se movían extremadamente cerca de la Luna, tanto que el agotamiento de su combustible implicaba de forma inevitable su colisión con ella, por lo que se decidió que esta fuera controlada, dirigiéndolas hacia un punto concreto, donde la Lunar Reconnaissance Orbiter, cuya órbita ya había sido modificada semanas antes para estar en la posición adecuada en el momento oportuno, pudiera observa lo que ocurría.
Y así fue. Aunque, al suceder en la oscuridad de la noche lunar, no pudo captarlos directamente, el espectrógrafo ultravioleta LAMP (Lyman Alpha Mapping Project) si que detectó las plumas de material levantados por el impacto, que tenían cantidades significativas de mercurio e hidrógeno atómico, tal como ocurrió con la colisión de la LCROSS (Lunar CRater Observation and Sensing Satellite) en Octubre de 2009.
Finalmente, poco después,la potente cámara de la LRO fotografió los pequeños cráteres dejados por Ebb y Flow, de unos 5 metros de diámetro cada uno, distinguibles comparando imágenes anteriores de la misma zona, y que se formarón cuando cada una de estas pequeñas sondas, de unos 200 Kilogramos de masa y a una velocidad de unos 6.100 Kilómetros/Hora, impactaron en una trayectoria casi paralela contra la superficie con 30 segundos de diferencia a a unos 2.200 Metros de distancia una de otra. Y, como regalo de despedida, su final dejó un pequeño misterio, y es que el material expulsado por los impactos y que quedó sobre la superficie es de color oscuro, cuando, como podemos ver en cráteres relativamente jóvenes, este debería ser brillante, ya que procede de debajo de la superficie, protegido del "oscurecedor" efecto del ambiente lunar.
Posiblemente la respuesta sea tan simple como que está mezclado con los restos de las propias sondas y el poco combustible que aún les quedaba, pero lo cierto es que es un pequeño enigma que quizás algún día podamos responder, cuando futuros exploradores se aproximen al lugar de descando definitivo de Ebb y Flow, allí donde, en una oscura noche lunar, 2 pequeñas viajeras interplanetarias pusieron final a su corta pero fructífera vida.
Las colisiones de Ebb y Flow. Podemos observar como la pluma de material se extendió en una dirección concreta, ya que ambas llegaron con un ángulo muy bajo desde la parte inferior de las imágenes. Igualmente destaca lo oscuro del material levantado, un pequeño misterio.
El lugar de descanso definitivo de Ebb y Flo, cerca del Polo Norte lunar.
Lunar Reconnaissance Orbiter Sees GRAIL's Explosive Farewell
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