domingo, julio 15, 2018

Post Vintage (279): En compañía de un tirano

La LRO nos muestra como la gravedad terrestre agrieta la superficie lunar.

Las mareas oceánicas son el ejemplo más visible y espectacular del efecto que nuestra compañera de viaje tiene sobre nuestro mundo, como su tirón gravitatorio tiene efectos visibles para nuestros ojos. A pesar de ser 4 veces más pequeña, tener solo 1/81 parte de su masa y encontrarse a una distancia media de 380.000 Kilómetros, su fuerza es suficiente para generar un fenómeno tan espectacular a una escala temporal humana. ¿Y a la inversa? Ciertamente el mantenerla ligada, haciendo que se mueva a su alrededor pese a su gran tamaño relativo, es un ejemplo bastante definitivo de hasta que punto es intenso el abrazo terrestre, pero dejando de lado este hecho, no parece que La Luna le afecte tanto la cercanía de la Tierra como ocurre en el caso opuesto.

Pero como es evidente, si que lo hace, y lógicamente con mayor intensidad al tener la Tierra un campo gravitatorio 6 veces más intenso. La falta de una gran masa de agua que permite reflejarlo de forma más evidente hace difícil apreciarlo, pero en realidad La Luna vive sometida a una gran tensión geológica, que posiblemente es la fuente de la mayor parte de los terremotos que los sensores dejados por los Apolo registraron. Pero existe un efecto mucho más visible, como nos muestran las imágenes acumuladas por la Lunar Reconnaissance Orbiter desde 2009. Y es que nuestro planeta sigue "dando forma" a La Luna, rompiendo su corteza en forma de innumerables escarpes de falla, zonas donde el terreno queda abruptamente dividido por una elevada pared vertical de roca, como si el terreno se hubiera fracturado y cada parte se hubiera elevado o hundido a niveles diferentes.

LRO ha detectado más de 3.200 de ellas. Estos acantilados son la característica tectónica lunar más comunes, y típicamente miden unas decenas de metros de altura y al menos unos 10 kilómetros de largo. Investigaciones anteriores habían sugerido que eran menos de 50 millones de años, y es probable que todavía se estén formando activamente hoy. Podrían haber sido únicamente el fruto del enfriamiento de La Luna,que al encogerse provoca este tipo de fracturas geológicas, pero entonces su orientación habría sido aleatoria, ya que las fuerzas de contracción serían iguales en fuerza en todas las direcciones. Pero no es eso que lo enseñan las imágenes de la sonda

"Fue una gran sorpresa al descubrir que los escarpes de falla no tienen orientaciones al azar", explica  Thomas Watters, científico planetario del Smithsonian Institution's National Air and Space Museum. "En cambio hay un patrón en las orientaciones de miles de fallas, y sugiere que algo más está influyendo en su formación, algo que también está actuando en una escala global. Ese algo es la atracción gravitacional de la Tierra". Las fuerzas de marea terrestre no actúan por igual en toda la superficie lunar. En lugar de ello, actúan más intensamente en las partes de La Luna que bien están más cerca o más alejadas de la Tierra. El resultado es que muchos escarpes están alineados de norte a sur en latitudes bajas y medias cerca del ecuador, y de Este a Oeste en las latitudes altas cerca de los polos.

Los modelos que incorporan al efecto de la contracción lunar, la más intensa, el efecto de las mareas terrestre, más tenues pero igualmente capaces de influir en la superficie selenita, han demostrado acercarse mucho más a lo que vemos en ella que aquellos que hasta ahora no lo habían tenido en cuenta.

"Con LRO, hemos sido capaces de estudiarla a nivel global con un detalle que todavía no es posible con cualquier otro cuerpo del Sistema Solar más allá de la Tierra, y el conjunto de sus datos nos permite desentrañar los procesos sutiles pero importantes que de otro modo permanecerían ocultos", explica John Keller, científico del proyecto LRO. Si estas fallas lunares siguen activas, sismos poco profundos pueden estar ocurriendo a lo largo de ellas, siendo más frecuentes cuando La Luna se encuentra en el punto más cercano de su órbita, y las mareas terrestres son, por tanto, más intensas. Una red de sismómetros podría algún día detectarlos, mostrando hasta que punto nuestro mundo, en apariencia tan inofensivo, es en realidad un auténtico tirano para su entorno, capaz de someter a las más duras pruebas a su comparativamente mucho más inofensiva compañera de viaje.


Un ejemplo de estas escarpes de falla, zonas de fractura de la corteza lunar. Posible fruto de la contracción lunar al enfriarse su interior, las mareas terrestres podrían darles su forma definitiva, facilitando su formación y marcado su orientación.
Mapa donde se reflejan la posición y orientación de estos acantilados tectónicos (en rojo), así como su orientación, que sigue un patrón bastante definido. De ser solo fruto de la contracción lunar deberían ser aleatorios, cosa que aquí vemos que no es así.

Los escarpe de falla son habituales en La Tierra, un mundo aún geológicamente activo a todos los niveles.

Earth's Gravitational Pull Cracks Open the Moon

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