Misión cumplida. Siguiendo con precisión el horario previsto y cumpliendo todos los pasos programados, entró en la atmósfera terrestre, aguantando los varios miles de grados Centígrados fruto de la fricción atmosférica, desplego su paracaídas y se posó suavemente en el desierto australiano, para ser recuperada horas después aparentemente en buenas condiciones. Ahora solo queda esperar el análisis del contenido para certificar el éxito total de la misión, pero todo apunta al optimismo.
Mientras eso ocurría la Hayabusa 2 para esquivar a nuestro planeta y evitar el mismo destino que su predecesora, iniciando su largo camino hacia un nuevo objetivo. Por delante un viaje de larga duración a través del Sistema Solar, nada menos que 11 años. Tendremos que tener mucha paciencia, y siendo como es una misión "extra", una extensión para aprovechar una sonda que sigue plenamente activa, quizás ya no hablaremos mucho de ella. Solo queda desearle buen viaje.
En la Tierra queda ahora su mayor legado, quizás no más que unos gramos de materia del Ryugu, pero que serán analizados en profundidad en laboratorios de Japón y los EEUU, con el objetivo de desentrañar nuevos conocimientos sobre los asteroides carbonosos, que se cree que fueron la materia prima de los planetas y pueden contener los componentes químicos de la vida. Y aunque en comparación a los 2 kilogramos que se espera entregue la OSIRIS-Rex en 2023 lo logrado por la Hayabusa 2 puede parecer poco, lo cierto es que es un salto enorme en la carrera espacial japonesa. Y, a fin y al cabo, su legado ya está con nosotros, mientras que la de la sonda norteamericana aún está a 3 años de su llegada.
Solo queda felicitar a la JAXA, que mostraron capacidad de aprender de los fallos de la primera Hayabusa y dar un salto adelante impresionante. Y el futuro promete aún logros mayores, como la sonda que quiere explorar y traer muestras de las lunas de Marte.
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