viernes, febrero 03, 2017

Blancas espirales en un mundo rojizo

Explorando el sorprendente polo norte marciano de la mano de Mars Express.

Es una de las primeras cosas que llaman la atención a cualquier aficionado a la astronomía que por primera vez enfoque un telescopio hacia Marte, y en su momento fue el motor de la idea de que era un mundo como la Tierra. Al fin y al cabo es imposible no establecer un paralelismo con sus equivalentes terrestre, y de ahí la imaginación no tiene límites, hasta el punto que la idea se resistió a morir hasta el mismo momento de la llegada de los primeros exploradores robóticos. Y no hace tanto de eso.

Pero no deja de ser una semejanza superficial, especialmente en el caso de septentrional, el más espectacular. El casquete polar norte marciano formado por hielo de agua es un elemento permanente, pero durante el invierno las temperaturas son tan bajas que el 30% del dióxido de carbono de la atmósfera del planeta precipita sobre el, añadiendo una capa, de carácter estacional de hasta un metro de espesor de hielo carbónico. Durante los meses de verano la mayor parte se sublima (pasando de sólido a gas directamente), conservándose únicamente las capas de hielo de agua originales. Un proceso complejo, que junto con los vientos dominantes en la región, que soplan desde la parte central más alta, hacia sus márgenes inferiores y en espiral a causa de la fuerza del efecto Coriolis (la misma que provoca que, por ejemplo, los huracanes giren en la Tierra), genera un patrón único.

Por su propia naturaleza, además de representar un registro de los cambios climáticos por los que a transitado el planeta rojo, es un objetivo evidente para los sondas actualmente en órbita, especialmente Mars Express, notablemente preparada para ello gracias a  su capacidad de adentrarse en el subsuelo mediante radar. Y de ella, a partir de las imágenes recogidas en 32 barridos orbitales realizados entre 2004 y 2010, y que abarcan un área de aproximadamente un millón de kilómetros cuadrados, se nos presenta ahora un espectacular mosaico que nos permite apreciar su extraña belleza en todo su esplendor.

La espiral del casquete polar, una sucesión de espirales de hielo y polvo, nos recuerda la naturaleza única de Marte, por parecido que sea en otros aspectos a nuestro planeta. Y esto destaca aún más si nos fijamos en el valle de 500 km de longitud y 2 km de profundidad que rompe lo que de otra forma sería una figura relativamente perfecta. Se la conoce como Chasma Boreale. Posiblemente ya existía antes de que se formaran las espirales de hielo y polvo actuales, y cuya  profundidad está aumentando a medida que se forman nuevos depósitos de hielo a su alrededor. Un explorador humano o robótico que se adentrara en el podría acceder, con una simple mirada a sus sus paredes, a lo más parecido a una enciclopedia planetaria, 2 Kilómetros (según revelan los datos de radar de Mars Express y Mars Reconnaissance Orbiter) de capas y más capas de pura historia helada.

No es la primera vez que nuestra atención se centra en esta maravilla de la naturaleza marciana, ni será la última. Y quizás algún día seamos testigos de como una misión exploradora se adentra en estos páramos helados, o aún más, hacia el interior de Chasma. Soñar es gratis.

El mosaico del polo norte marciano confeccionado a partir de las imágenes de Mars Express a lo largo de 32 sobrevuelos. La hermosa espiral, formada por los vientos dominantes, y el profundo valle que  casi lo corta por la mitad, se pueden apreciar aquí en todo su esplendor.

Así se generó el mosaico ahora presentado. 

Espirales en el polo norte marciano

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