Constantemente, muchas veces sin que apenas tengamos noticias de ello, se presentan numerosos proyectos destinada a la exploración de otros mundos. Muchos son los que luchan para atraer la atención de la agencia espacial correspondiente, para que se les asigne de forma definitiva presupuesto para seguir adelante y ser una realidad. Solo unos pocos lo consiguen de una infinidad de propuestas, y por el camino quedan muchas realmente curiosas, cuando no potencialmente increíbles. Este fue el caso de TiME, que podría haberse convertido en el primer vehículo en navegar por los mares de Titán, y que perdió la carrera contra InSight, el próximo vehículo de exploración marciana que despegará en 2018. Una verdadera lástima, pero no hay recursos para todos.
Es un río de conceptos, algunos conservadores, otros revolucionarios, y algunos, como es el caso del protagonista de esta historia, un salto hacia adelante que desde el punto de vista tecnológico mira hacia atrás. Alguien se imagina un rover de superficie inspirado en los primeros tanques, aquellos que hicieron su acto de aparición en la I Guerra Mundial, totalmente mecánico, sin elementos electrónicos y que se comunicaría con nosotros mediante código Morse? Pues no es necesario imaginarlo, porque ya existe sobre el papel. Se llama AREE (Automaton Rover for Extreme Environments) y acaba de recibir fondos para su estudio por parte del Innovative Advanced Concepts program de la NASA. No significa que se apruebe, pero si que es un concepto a tener en cuenta para la exploración del más hostil de los mundos del Sistema Solar: Venus.
Diversas sondas soviéticas lograron posarse en la superficie y transmitir imágenes y datos, pero su supervivencia fue efímera. No es extraño si tenemos en cuenta las extremas condiciones de presión y sobretodo temperatura que reina en este abrasado mundo. La cuestión, por tanto, es que si queremos explorar Venus, un mundo que en tiempo pasados pudo ser quizás tan habitable como la Tierra y donde hay indicios de que pudieron existir incluso océanos de agua líquida, debemos ser capaces de construir un vehículo capaz de sobrevivir no horas, sino semanas, meses o incluso un año.
Y aquí llega la idea de AREE, cuyo aspecto recuerda, y quizás no es una casualidad, al de los tanques utilizados en la 1ª Guerra Mundial, en especial el Mark V. Pero aún más importante es que prescinde en buena parte de lo más delicado de cualquier sonda, su electrónica, y que pese a todas los sistemas ideados para disipar el calor y protegerla de las temperaturas y presiones externas dominantes, inevitablemente es lo primer en fallar. Por tanto, mirando hacia atrás, este proyecto busca la respuesta en los ingenios de la antigüedad, en esas "computadoras mecánicas" capaces de realizar cálculos y acciones simple que de forma puntual hicieron acto de presencia en siglos tan lejanos como el XVII, y que tiene en el famoso mecanismo de Antikythera la evidencia de que existieron también en la Grecia Clásica. Simples, pero que al ser mecánicos, resultan mucho más sólidos y sus contrapartidas modernas, infinitamente mejores, pero también infinitamente mas delicadas.
La pregunta siguiente que surge ante AREE es evidente.¿Si no tiene electrónica como se podría comunicar con nosotros? La respuesta se encontraría nuevamente en algo casi tan antiguo como nuestra civilización tecnológica: El código Morse. En este proyecto una sonda acompañaría a este rover, enviando señales de radio al rover. Este estaría provisto de una serie de reflectores, capaces de bloquear el reflejo de dicha señal según un código establecido. El eco retornaría a la sonda, con esas "puntos y líneas" inscrito en el, como un barco comunicándose con otro mediante lámparas de señalización, transmitiendo así la información reunida.
AREE fue propuesto en 2015 por Jonathan Sauder, un ingeniero mecatrónico de la NASA, que se inspiró en computadoras mecánicas, que utilizan palancas y engranajes para hacer cálculos en lugar de electrónica. Y que compara sus experiencia pasadas en este campo con lo podíamos ver en serios de los 80 como MacGyver. Ciertamente curioso, aunque no extraño. La mezcla de un concepto revolucionario que a su vez bebe de elementos cotidianos encaja muy bien con los mañosos inventos de este personaje.
No deja de ser una propuesta más de las muchas, algunas más conservadoras, otras más abiertas hacia lo arriesgado y novedoso, que anualmente se presentan en todo el mundo, y especialmente en la NASA y sus diversos convocatorias abierta. La inmensa mayoría no dejarán de ser ideas, unos cuantos se convertirán en proyectos, un grupo de elegidos llegará a la última etapa, y uno ganará su derecho a la existencia. Una lucha que se repite de forma cíclica. AREE es un ejemplo de estas maravillosas ideas que surgen de mentes igualmente maravilloso, que intentan ir más allá de lo establecido para abrir nuevos caminos. Y aunque es probable que nunca pase de este punto, de ser una idea, un proyecto de lo que pudo ser y no fue (o quizás si, quién sabe), no deja de ser lo suficiente curioso para hablar de el, y por extensión, de la lucha sin piedad que existe detrás de cada nueva sonda, el realidad la vencedora última que dejó a muchas otras en el camino.
Una mirada dentro del rover de AREE (con un astronauta al lado para tener idea de su escala). El viento sería canalizado a través del cuerpo del rover para obtener energía, mientras los reflectores superiores enviarían datos utilizando las señales de radar proyectadas en ellos por la sonda orbital, reflejándolas y bloqueándolas siguiendo un código morse.
¿480 Cº y 90 presiones atmosféricas? Eso no es nada.
A Clockwork Rover for Venus
simple, pero no por ello deja de ser funcional. ingenioso proyecto. un placer volver a ver tu blog renovandose practicamente a diario. gracias tokaidin!!!
ResponderEliminarsaludos.
Gracias a ti por estar ahí ;)
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