Las resonancias no son un fenómenos extraño. En nuestro propio Sistema Solar tenemos varios ejemplos de este curioso fenómeno, el más conocido del cual es la que existe entre Neptuno y Plutón, que implica que cada vez que el primero completa 3 órbitas alrededor del Sol, el segundo completa 2, fruto de las mareas gravitatorias que terminaron por "atrapar" sus órbitas. Lo mismo ocurre con los sistemas de satélites de los gigantes gaseosos, donde este tipo de situación es relativamente común. Incluso podemos ver casos en otros sistemas estelares. Definitivamente es una clase de relación interplanetaria que está lejos de ser algo extraño para los astrónomos.
Pero Kepler-223 si lo es, y por varios motivos. Primero porque tiene nada menos que 4 planetas atrapados en un espectacular baile orbital mutuo: Por cada tres órbitas del planeta más exterior, el segundo completa 4 cuatro, el tercero seis veces y el más interior ocho veces. O dicho de otra forma, los dos planetas más interiores están en una relación de resonancia 4:3, el segundo y tercero en una de 3:2, y el tercero y cuarto en una de 4:3. Todo un récord. Pero aún lo es más que hayan permanecido en este estado desde una etapa muy temprana de su existencia, y teniendo en cuenta de que su estrella es bastante más antigua que el Sol (se le estima una edad aproximada de 6.500 millones de años), eso significa mucho tiempo. Notable teniendo en cuenta que las resonancias orbitales son relativamente frágiles, por lo que no suelen durar mucho. A escala cósmica, claro está.
La extraña relación orbital de los mundos de Kepler-223 ofrece la visión de un sistema planetario que siguió un camino evolutivo diferente al nuestro, al mismo tiempo que quizás retrata una situación ocurrida realmente en nuestro Sistema Solar: Es posible que Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno estuvieran, en un principio, atrapados en un baile resonante parecido a estos 4 exoplanetas, pero que este terminara rompiéndose y haciendo que estos migraran a sus orbitales actuales. Interacción y colisiones con asteroides o pequeños planetas, efectos de marea o una combinación de ambos factores (o de otros no conocidos) acabaron por romper esta danza planetaria. Así de frágil resultan.
Pero los 4 "mini-Neptuno" de Kepler-223, de alguna forma, se han mantenido "cogidos de las manos" durante casi toda su vida, permaneciendo estable en su baile resonante incluso desde antes de que naciera el Sol. Una imagen congelada en el tiempo. Una imagen que nos recuerda que el Sistema Solar, en su aspecto y organización, es fruto de los múltiples caminos que los sistemas planetarios pueden seguir a lo largo de su vida. Tiempo atrás quedan ya los tiempos en que creíamos que el nuestro era el patrón bajo el cual debíamos mirar a todos los demás.
Los gigantes de nuestro Sistema Solar pudieron haber estado ligados entre ellos por resonancias orbitales, hasta que estas se rompieron y cada uno migró hacia sus posiciones actuales. Kepler-223 parece haber quedado congelado en esa fase.
Kepler-223 star system has four mini-Neptunes in synchronised orbits
Cuáles podrían ser los efectos de esa resonancia? Podría ser actividad geológica desmedida como en el caso de Io? Saludos
ResponderEliminarPosiblemente, por lo que se sabe, son mundos como Neptuno, así que no tendríamos efectos geológicos como vemos en mundos rocoso como Io, y la distancia entre ellos parece demasiada para afectarlos más allá de sus características orbitales. Pero todo son suposiciones, solo sabemos que están ahí, su tamaño y sus órbitas.
ResponderEliminarDefinitivamente es maravilloso que Kepler sea capaz de detectar hasta este tipo de fenómenos... Una pena que su misión este por terminar... Saludos y gracias por el blog... Siempre estoy a la espera de nuevas entradas
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