martes, mayo 19, 2015

Azul y rojo, rojo y azul

¿Que hace tan diferentes el amanecer y el atardecer de La Tierra y Marte?

Recientemente Curiosity nos asombró de nuevo, en esta ocasión fotografiando el atardecer marciano. No es la primera vez que lo hace, ni la primera sonda o rover que nos ofrece algo parecido (Spirit, Opportunity y Phoenix ya lo lograron en su momento), pero siendo las mejores tomas logradas por el vehículo con las mejores cámaras enviadas a la superficie del planeta, su calidad va más allá de todo lo visto hasta ahora. Y en ellas nos ofrecía una visión hermosa, casi mágica, de las luces del ocaso extendiéndose por Gale, mientras el Sol lentamente desaparecida por detrás del horizonte. Una escena familiar, pero al mismo tiempo con notables diferencias que nos recordaban que estábamos en otro mundo. Y es inevitable la pregunta: Cual es el motivo de estas diferencias? Porque tiene una paleta de colores opuesta? Como se vería si estuviéramos en la superficie? La respuesta la encontramos, como no podía ser de otra forma, en su atmósfera, tenue y llena de polvo, y su mayor distancia al Sol.

Para empezar, el Sol sólo ilumina Marte con el equivalente a lo que sería una tarde muy nublada en la Tierra, ya que la distancia que lo separa de nuestra estrella es mucho mayor. No sólo eso, sino que el disco solar se reduce su tamaño aparente desde los 0.5 ° (el equivalente a una Luna llena) a los que estamos acostumbrados hasta los 0,35 ° en Marte. Como resultado el resplandor del ocaso es menor y menos brillante.

¿Qué pasa con el color? En la Tierra el polvo y otras partículas finas en la atmósfera dispersan los azules y verdes del Sol naciente (o poniente) para colorearlo de amarillo, naranja y rojo. Cuando estos se reflejan en las nubes, los colores se amplifican y se extienden por el cielo, dando lugar a espectaculares explosiones de luz y color de belleza sobrecogedora. Las cosas son un poco diferentes en Marte. El omnipresente polvo fino en la atmósfera marciana absorbe la luz azul y dispersa los colores más cálidos, coloreando el cielo que se encuentra lejos del Sol con la ya familiar tonalidad rojiza. Al mismo tiempo, las partículas de polvo situadas justo en su dirección desde el punto de vista del observador, dispersan la luz azul, creando una aureola de dicho color a su alrededor, aunque solo cuando está cerca del horizonte, el momento en que su luz pasa a través una mayor cantidad de atmósfera y polvo.

En la Tierra, la luz azul del Sol es dispersada por las moléculas de aire y se propaga por todo el cielo, dotándolo de este característico color. Pero Marte tiene menos del 1% de la atmósfera terrestre, por lo que este efecto solo se manifiesta precisamente en el ocaso, cuando mayor es la cantidad de aire que esta debe atravesar. Aunque no deja de ser un eco lejano de lo que un día pudo ser.

Igualmente tampoco existe en Marte el efecto "deformador" que vemos en el amanecer o atardecer terrestre, con la refracción atmosférica aplastando la imagen del Sol justo cuando se encuentra en el horizonte, como como si fuera un melón. El aire, simplemente, es demasiado tenue para producir ese efecto, al menos que sea perceptible por las cámaras de las diversas sondas y rovers que han aterrizado en el planeta rojo.

Pero no todo es menor en Marte, ya que la presencia continua de polvo en suspensión en las capas más altas de la atmósfera, impulsados por las continuas tormentas que recorren la superficie, seguirían reflejando la luz solar mucho más allá de su desaparición por detrás del horizonte, alargando las luces del ocaso durante 2 horas, quizás incluso más. Para los futuros exploradores humanos, por no decir los primeros que se instalen definitivamente en el planeta rojo, el espectáculo, aunque menos deslumbrante, durará mucho más tiempo.

Así son los ocasos marcianos, nos recuerdan a la Tierra, pero al mismo tiempo nos resultan extraños. Y cada uno de ellos, en un planeta y en otro, tiene su propia belleza.

Atardecer en Gale. Un Sol más pequeño que el que vemos en la Tierra, rodeado por un halo de luz azul mientras los tonos rojizos cubren el resto del firmamento.

En la Tierra el Sol parece deformarse cuando está cerca del horizonte a causa de la distorsión atmosférica. En Marte, al menos hasta donde llegan las imágenes, la atmósfera, apenas del 1% de grosor de la terrestre, no es capaz de generar dicho efecto.

En la Tierra la atmósfera dispersa la luz azul, dando a nuestro cielo su color característico, al mismo tiempo que dota al ocaso de sus tonos rojizos. La situación en Marte es algo distinta, como podemos ver.

Otro ejemplo de atardecer marciano, en este caso observado por el ya legendario Opportunity.

What Makes Mars Sunsets Different from Earth’s?

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