Imaginando la presencia humana en la mayor luna de Neptuno.
Seguimos avanzando hacia las fronteras más lejanas del Sistema Solar. Tendríamos que haber realizado una parada en Urano y comprobar que nos pueden ofrecer sus lunas, pero ninguna de ellas parece tener nada que no hayamos vistos anteriormente y comenzamos a tener cierta prisa por decidir nuestro lugar de asentamiento definitivo. Y porque no decirlo, Tritón, la gran luna de Neptuno nos llama con insistencia. Sabemos poco de ella, ya que solo una sonda, la Voyager 2, la visitó de forma fugaz, pero lo que nos ofreció es suficiente para que nos resulte interesante visitar, especialmente con su espectacular actividad geológica, que sus cámaras delataron con extraordinaria claridad en forma de innumerables geisers, y que está moldando su superficie de forma continua.
Sin embargo la región donde estas plumas de polvo y Nitrógeno (y quizás agua) hacen acto de presencia, aunque resulta tentadora, no parece ser el mejor lugar para instalar nuestra base. Las conocemos demasiado poco como para saber como actúan y hasta que punto serían peligrosas para cualquiera que estuviera demasiado cerca del lugar donde una de estas erupciones hicieran acto de presencia súbitamente, pero nuestro instinto de conservación, como una pequeña voz interior, no deja de decirnos que mejor mantengamos las distancias. Será mejor que le hagamos caso. Pero incluso desde la distancia el espectáculo es colosal. Que tiempos aquellos en que creíamos que las lunas de los grandes mundos exteriores eran rocas frías, secas y sin actividad geológica..
Aunque existe algo parecido a una muy tenue atmósfera de Nitrógeno, e incluso ligeros vientos, poco o nada se parece a la atmósfera terrestre. Un cielo siempre oscuro y una evidente falta de actividad meteorológica nos recuerdan que los tiempos de las lunas con densas atmósferas empezaron y terminaron con Titán. Nuestro medidor de presión atmosférica, siempre útil para saber a lo que nos enfrentamos realmente, no puede ser más claro: 20.000 inferior a la de La Tierra a nivel del mar, y eso teniendo en cuenta que posiblemente hemos llegado en un momento en que, al menos en el hemisferio en que nos encontramos, es mucho más alta que cuando paso la Voyager 2, debido a que nos encontramos en plena estación estival. Cada vez echamos más en falta esa fría pero extrañamente acogedora luna de Saturno.
Pero si algo no nos falta aquí es precisamente frío, ya que con sus -235 Cº de temperatura media es el cuerpo celeste más gélido del Sistema Solar. Al menos de cuantos hemos podido visitar, claro está. Seguro que hay infinidad de otros habitantes planetarios ,más allá, en las profundidades del Cinturón de Kuiper, con temperaturas incluso más bajas, aunque eso de poco nos sirve. Ahora, más que nunca, un buen sistema de calefacción y un traje capaz de mantener el preciado calor en su interior vale su peso en Oro. Más nos vale que no falle, a riesgo de convertirnos en pocos segundos en figuras de hielo sin vida, destinadas a permanecer para siempre como mudos testimonio de nuestros sueños.
Pero estos oscuros pensamientos nos recuerdan lo que una vez aprendimos sobre Tritón, y es que es una luna condenada, destinada a la destrucción por las mareas gravitatorias de Neptuno, al que se va aproximando lentamente. La eternidad no tiene cabida en estas frías tierras.
El motivo último es que, al menos así lo creen los astrónomos, Tritón no nació con Neptuno, sino que fue capturado por su gravedad, como delata su movimiento orbital, opuesto al de casi todas las demás lunas del Sistema Solar, que se desplazan en el mismo sentido de la rotación del planeta madre. Eso hace que las mareas gravitatorias, en lugar de darle más energía y hacerla ascender, como ocurre con La Luna, la esté frenando, provocando su lento y fatídico descenso. Mirando el movimiento del lejano Sol por su firmamento nos damos cuenta que, efectivamente, lo hace de Oeste a Este. No solo eso, ya que al visitar la cara que mira siempre a Neptuno, aquí 10 veces mayor que La Luna en los cielos terrestres, este cambia a pesar de permanecer estático en el firmamento. Podemos ver el ecuador, pero también, si esperamos lo suficiente, las regiones polares. No solo se mueve "al revés", sino que lo hace con una tremenda inclinación con respecto al plano orbital del planeta.
Ahora tenemos claro que, efectivamente, su origen no puede ser "normal", y que quizás, tiempo atrás, vivió como un planeta independiente, cruzando la órbita de Neptuno hasta que un día sus destinos se cruzaron demasiado cerca uno de otro. Es una sensación curiosa, estamos en una luna que antaño fue un planeta (o al menos planeta enano según la nueva categoría recientemente creada). Eso si que es sufrir una auténtica pérdida de categoría y no las tonterías lingüísticas sobre si Plutón en planeta o no.
Ciertamente es un lugar interesante que merecerá ser explorado a fondo en el futuro, y como en casi todas las lunas exteriores el suministro de agua, aquí tan dura como una roca de granito en La Tierra, no debería ser un problema para nuestra. Tiene una gravedad muy baja, apenas la mitad de La Luna a pesar de no ser mucho más pequeña que ella, lo que nos recuerda su naturaleza como un mundo de hielo, quizás con un pequeño núcleo rocoso, y al carecer de una atmósfera densa, estamos expuestos a cualquier visitante inesperado. Al igual que a los posibles rayos cósmicos, siempre tan letales para la vida. El Universo no parece, desde esta perspectiva, ni amigable ni hostil con nosotros. Simplemente le somos indiferentes.
Llega la hora de seguir adelante, avanzando aún más hacia la oscuridad. Seguro que más sorpresas y lugares exóticos nos esperan. Nuestro viaje continúa.
Infografía: Viviendo en Tritón.
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Viviendo en otros mundos del Sistema Solar: Titán
Viviendo en otros mundos del Sistema Solar: Encelado
Excelente, pero... ¿qué pasó con Urano?
ResponderEliminarDecidí pasar de largo. En si sus lunas no ofrecen nada nuevo,tienen cosas interesantes pero no para hacer una entrada completa.
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