La primera mitad de los años 70 fueron una época de paradojas lunares. Después el alunizaje del Apolo 11, que no dejaba de ser una carrera con objetivos más políticos que científicos, en interés en la Luna empezó a decrecer rápidamente, pero durante unos pocos años más, prácticamente por inercia y pese a que la aventura de Amstrong y Collins podía considerarse el final de la carrera lunar propiamente dicha, la URSS siguió adelante con una serie de sondas no tripuladas, las llamadas Ye-8-5, con el objetivo de lograr traer muestras de la superficie. No dejaba de ser un pequeño consuelo al fracaso del proyecto N1-L3, con el que se esperaba enviar vuelos tripulados a nuestro satélite, pero no por ello eran misiones menos meritorias.
Sondas de gran tamaño (algo más de cinco toneladas) y de notable complejidad, diseñadas para alunizar, extraer muestras y lanzar hacia la Tierra su etapa superior,que estaba provista de sus propios impulsores, con el material conseguido (unos pocos miligramos) en el interior de una cápsula especialmente diseñada para sobrevivir a la entrada en la atmósfera terrestre, y dotada de dos paracaídas que le permitían aterrizar suavemente y poder ser recuperada. En muchos aspectos Phobos-Grunt, el fracasado intento ruso de conseguir muestras de Fobos, la mayor de las lunas de Marte, bebía de este proyecto.
Ambiciosas y complejas, incluso bajo baremos actuales, las Ye-8-5 corrieron suertes bien diferentes. De las 11 que se lanzaron, solo tres (Luna 16, Luna 20 y Luna 24) completaron con éxito su misión y enviaron muestras de regolito lunar a La Tierra, mientras otras tres (Luna 15, Luna 18 y Luna 23) tuvieron una llegada más accidentada, la primera estrellándose contra la superficie coincidiendo (y no casualmente) con el alunizaje del Apolo 11 y la segunda al apagarse sus impulsores antes de tiempo. Las otras cinco ni tan solo tuvieron esa oportunidad. Aunque objetivamente se puede considerar un fracaso (3 de 11 no es la mejor de las marcas), las Ye-8-5 fueron fruto de su época y, al fin y al cabo, lograron su objetivo.
El destino de Luna 23 (una Ye-8-5 mejorada y con un taladro capaz de perforar la superficie lunar hasta los 2.5 metros) quedó como un pequño misterio. Se sabía que completó correctamente todas las etapas del complejo descenso que seguían estas sondas, y que incluía una caída libre desde los 1.800 Kilómetros hasta los 700 metros, momento en que el impulsor principal se encendía para frenar la velocidad hasta los 20 metros, cuando se apagaba de nuevo y dejaban a los motores vernier la tarea de completar este último paso. Pero la velocidad final, por motivos desconocidos, fue superior a la habitual, de unos 11 Metros/Segundo, y parece que dañó el sistema de recogida de muestras.
Luna 23 siguió transmitiendo desde Mare Crisium durante tres días antes de que se hiciera el silencio. Y se perdió en las arenas del tiempo. Hasta ahora.
La Lunar Reconniassance Orbiter redescubrió a la Luna 23, y sus fotografías desvelaron que fue de esta sonda, quizás fruto de esa misma velocidad excesiva, terminó tumbada sobre la superficie, imposibilitando, como es lógico, cualquier intento de tomar muestras y aún menos hacer despegar su parte superior. Un recordatorio de lo difícil que resulta una misión a otro mundo y como hasta el detalle más pequeño puede significar su completo fracaso. Algo que debería enseñar a darle a los éxitos de la NASA en Marte, como los rovers Spirit, Opportunity y Curiosity, el valor que se merece.
Junto a este descubrimiento, la LRO desveló un segundo misterio, a que distancia aterrizó la Luna 24 (18 de Agosto de 1976), la última Ye-8-5 enviada por la URSS a la Luna y que, a diferencia de su hermana, completó su misión, enviando unos 170 gramos de material y poniendo punto final a un programa lunar soviético con un éxito notable pese a su evidente derrota ante al de los EEUU. Y lo hizo realmente cerca, apenas a 2,3 Kilómetros, una distancia mínima, hasta el punto de que ambas son visibles en la misma fotografía.
En la superficie lunar, y más concretamente en su cara visible, podemos encontrar numerosos restos y reliquias de esa época dorada (y fugaz) de la exploración lunar, lugares míticos que quizás algún día, en un futuro lejano se conviertan en puntos de atracción turística, y que en el caso de las Luna 23 y 24 se podrán visitar dando un pequeño paseo. De la sonda tumbada a la última sonda que piso la Luna.
La Luna 23 fotografiada por la LRO. Se aprecian perfectamente el cuerpo principal (D) y la parte superior (A), que debería haber despegado de la Luna tras recibir las muestras de la superficie. Es el único ejemplo de esta familia de sondas que podemos ver completa, puesto que el resto o bien pudo completar su misión y lanzar hacia la Tierra su parte superior o bien acabo convertida en un montón de chatarra.
Luna 24, que aterrizó muy cerca de un cráter y se convirtió en la última sonda soviética en pisar la Luna.
Descenso de una Ye-8-5 sobre la superficie lunar (imagen superior) y ascenso de su sección superior tras completar su misión. Las muestras se encuentran en la esfera que corona la estructura, la única parte que regresa a La Tierra. Solo tres de las once llegaron a completar todo este proceso.
Un mapa de los Apolo, Surveyor y Luna.
Ahora la ultima sonda lunar es la china change 3 que alunizo en diciembre del 2013 y que sigue en activo todavia.
ResponderEliminarsaludos Jorge m.g.