sábado, octubre 12, 2013

El anillo de la civilización


Que la Humanidad ya no puede, aunque algunos así lo quisieran, dar la espalda al espacio y que nuestra civilización depende, hasta un grado mucho mayor de lo que podemos imaginar, de nuestra capacidad espacial es una realidad que se extiende ante nuestros ojos así que levantamos la mirada hacia el firmamento nocturno, especialmente si sabemos donde y cuando mirar, y lo hacemos con los instrumentos ópticos adecuados. Y es que La Tierra está rodeada de una auténtica nube de satélites artificiales, miles de ellos, de los que casi un millar (en 2011, por lo que es posible que esta cífra sea incluso superior actualmente) están plenamente operativos.

Militares, meteorológicos, científicos, de navegación, de observación terrestre y oceánica, y especialmente, por su papel clave en nuestra sociedad, de telecomunicaciones. Los encontramos en todo tipo de órbitas (baja, alta, elíptica, polar, ect..), pero si existe una especialmente importante esa es la geoestacionaria, aquella situada a 35.786 Kilómetros de la superficie donde un objeto allí situado tarda exactamente lo mismo en completar una vuelta alrededor de La Tierra que esta en girar sobre si misma (23 horas, 56 minutos y 4 segundos). Un lugar ideal para cubrir una zona concreta del planeta de forma continua, y por ello el hogar de muchos de ellos.

Fernando Cabrerizo, desde el Centro Astronómico de Tiedra, nos ofrece una espectacular visión de estos compañeros de La Tierra, que parecen fijos en el firmamento, inmutables al movimiento de la Bóveda Celeste, como estrellas de 5ª o 6ª magnitud, aunque en ocasiones pueden generar destellos de gran intensidad, según se refleje la luz solar en sus paneles.

Un detalle realmente curioso, y que solo se puede observar cuando La Tierra se encuentra cerca del Equinoccios, es que los vemos desaparecer dentro de la sombra terrestre (minutos de oscuridad en que deben utilizar sus baterias para seguir en activo) y reaparecer cuando surge de ella. En total este vídeo capta unos 50 satélites entrando en la sombra terrestre y unos 30 saliendo, solo una pequeña fracción del total, pero no por ello resulta menos impresionante.

Mencionanda por primera vez en 1928 por Herman Potočnik y popularizada por el escritor Arthur C. Clarke en 1945 como una órbita útil para satélites de comunicaciones (de ahí que se conozca también como órbita de Clarke), la órbita geostacionaria es un lugar privilegiado, donde teóricamente se puede colocar cualquier objeto para que permanezca de forma casi indefinida en un mismo punto del firmamento, aunque las perturbaciones orbitales termina generando una lenta deriva, por lo que necesario realizar periódicamente algunas maniobras de ajuste. 

Allí residen la mayor parte de los satélites de comunicación, piezas clave para nuestra civilización tecnológica, así como los meteorológicos, casi igual de vitales, resplandeciendo como un anillo de metal, aquel que, sin que muchos se den cuenta, hace posible en gran medida el mundo interconectado que conocemos.

Satélites geoestacionarios resplandeciendo en la noche, lanzado destellos a medida que cammbia su orientación con respecto al observador.

Los geoestacionarios forman un anillo que rodea a la Tierra. Ya que siguen la línea del Ecuador la mayor parte del tiempo pasan por encima o debajo de la sombra terrestre, pero en épocas cercanas a los Equinoccions deben cruzar por la sombra de nuestro planeta, momento en que dependen de la energía de sus baterias a la espera de regresar a la luz.

A 35.786 Kilómetros de la superficie el periodo de la órbita y de la rotación terrestre son las mismas, por lo que un satélite se mantiene siempre sobre el mismo punto.

Una recreacción que abarca solo una parte de total de satélites operativos, fuera de servicio y otros objetos que rodean nuestro planeta. El anillo que forman los geoestacionarios es claramente visible. 

Satélites GEO en equinocios, elementos brillantes en el cielo

 Los satélites geosincronos, cazados

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