miércoles, mayo 22, 2013

El futuro invisible

El telescopio APEX nos ofrece nuevas y espectaculares vistas de las escondidas nubes de gas y polvo de Orión.

El Universo es como un gran libro, donde cada página representa solo una pequeña parte del total, y que solo leyendo en conjunto podemos aspirar a comprender, aunque solo sea parcialmente, la magnitud de la realidad que habitamos. Desde el Infrarrojo y el Ultravioleta hasta la llamada luz visible, pasando por los Rayos Gamma, Rayos X y las ondas de Radio, cada parte del espectro electromagnético nos enseña cosas distintas, lo que es invisible en una se hace visible en otra, y combinadas nos ofrece la forma real de aquello que observamos. De ahí la necesidad de la astronomía moderna de disponer de observatorios, tanto terrestre como en órbita, que abarquen todas las frecuencias...lejos quedan los tiempos que, con un simple telescopio óptico, creíamos tener suficiente para explorar el océano cósmico.

El telescopio APEX (Atacama Pathfinder Experiment) es uno de los más valiosos observadores de la Bóveda celeste, y desde los 5.100 metros de altura del llano de Chajnantor, ideal por lo seco y transparente del aire, estudia las profundidades estelares en longitudes de ondas submilimétricas, entre luz infrarroja y ondas de radio. Esto le permite entrar en lo que podríamos llamar el "Universo frío", ya que en estas longitudes de onda podemos desvelar las grandes nubes de gas y polvo que se encuentran en el espacio interestelar, a temperaturas sólo una pocas decenas de grados por encima del cero absoluto, el material que en un futuro podría dar a luz a nuevas generaciones estelares pero que suele ser invisible. A menos que las observemos en la frecuencia correcta.

Y una de sus últimas observaciones de APEX se dirigió hacia la nebulosa de Orión, una de las "maternidades" estelares más conocidas por cualquier aficionado a la astronomía, cientos de años-luz donde nuevas estrellas iluminan la región, en el que otras, aún en fase embrionaria, dan sus primeros pasos y en el que amplias nubes de gas y polvo frío, permanecen fuera de nuestros ojos, excepto en ondas submilimétricas. Y es precisamente esto último lo que ahora nos desvela, aunque solo sea de una zona concreta de Orión, y que vemos superpuesta sobre una imagen de la región tomada en luz visible.

La gran nube brillante de la parte superior derecha de la imagen es la conocida Nebulosa de Orión, también llamada Messier 42. Es fácilmente visible a simple vista y se identifica como una difusa estrella central en la espada de Orión. En realidad, como vemos, es solo la parte más brillante de un enorme complejo de nebulosas que representan en  lugar de formación estelar masiva más cercano a la Tierra, apenas a 1350 años-luz.

Los datos del observatorio APEX, junto con otros, como el telescopio espacial Herschel, han permitido también identificar hasta 15 objetos mucho más brillantes en longitudes de onda largas que en longitudes de onda más cortas, lo que indica que probablemente estamos ante los objetos estelares más jóvenes encontrados hasta ahora, auténticas protoestrellas, lo que nos acerca al momento en el que la estrella empieza a formarse. Como las que, quizás en un futuro muy lejano, cuando el Sol se acerque al final de su vida, nacerán de estas ahora invisibles cintas de gas y polvo..

La misma zona solo en luz visible.

Viajando desde la Tierra hasta la nublosa de Orión.

Una mirada detallada de esta región oculta detrás del brillo de la Nebulosa de Orión.

La zona explorada, en la espada del cazador.

El observatorio submilimétrico APEX, el mayor del hemisferio Sur. 

El oculto lazo de Orión  

APEX

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