lunes, octubre 31, 2011

Lluvia de metal

Primero fue el satélite UARS, después el telescopio espacial ROSAT, y ahora se espera (si es que no lo ha hecho ya) que NanoSail-D, la vela solar experimental de la NASA, siga el mismo camino y se precipite en la atmósfera...una sucesión de noticias ampliamente difundidas (sobretodo las dos primeras) por los medios de comunicación, y cuya rápida sucesión puede dar la sensación de que, como dirían los galos de "Asterix y Obelix", el "cielo se cae sobre nuestras cabezas", o lo que es lo mismo, que algo extraño esta pasando en las alturas y provocando la caida repentina de los satélites artificiales.

¿Es esto así? ¿ Estamos asistiendo a un hecho realmente inusual? La respuesta es que no, algo al mismo tiempo tranquilizador e inquietante. Y es que los casos de UARS y ROSAT no son otra cosa que un recordatorio de la constante lluvia de desechos (por no llamarlo de otra manera más escatológica) bajo la que vivimos...y es que en este 2011, del que aún quedan dos meses para terminar, hasta un total de 29 objetos de gran tamaño (sobretodo etapas superiores de cohetes y algún que otro satélite artificial, como el telescopio WIDE) han hecho su reentrada en la atmósfera. Porqué 2 de ellos tuvieron tanta prensa y de los otro 27 no se dijo abolutamente nada es uno de esos caprichos de la información que nunca terminaremos de entender.

La cifra, en todo caso, resulta espectacular y al mismo tiempo aterradora, aunque siempre hay que tener en cuenta que solo se observa la reentrada de una pequeñísima parte de ellos (ya que ocurren en zonas deshabitadas), y que la proporción de los que llegan al suelo es aún menor (siempre hablado de casos registrados)..así y todo listas como la publicada por Aereospace, que registra todos los grandes objetos caidos desde el 2000, hablan por si misma de esta realidad, resultado indeseable de nuestra entrada en el espacio.

En total se conocen 65 casos documentados de la caida de grandes objetos, algunos tan curiosos como partes del gran depósito de combustible cuyas partes cayeron en Georgetown y Seguin, Texas, la de la estación espacial Skylab, cuyos restos se encontraron en ámplias zonas de Australia, la esfera de titanio del Ariane 3 que golpeó una casa en Kasambya, Uganda (sin daños personales) o las tres esferas metálicas encontradas en Sevilla en 1968, supuestamente procedentes de alguna fase de la misión Luna 8 soviética. Y eso sin contar con los datos de la antigua URSS, por lo que posiblemente la cifra debe ser muy superior.

Como vemos no hay que considerar los casos de UARS y ROSAT como algo excepcional, sino parte de una normalidad...una ciertamente negativa. Y es que la carrera espacial, como todas las cosas de esta vida, también tiene dos caras.

Todos los objetos de tamaño mayor al de una pelota de baloncesto que han caido a la Tierra desde el inicio de la carrera espacial, en 1957.

Objetos de todo tipo y tamaño han caido desde la órbita terrestre, algunos de ellos llegando hasta la superficie en los lugares más insospechados y para sorpresa de sus habitantes.

Ciertamente los "basureros espaciales" de la serie Planetes cada vez parecen una ficción cuya conversión en algo real cada vez se antoja más necesaria.

Satélites artificiales que caen y caen

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