Posiblemente es una de las imágenes mas tranquilizadora que existe...verlas ahí, parpadeando como luciérnagas en la oscuridad, siempre nos transmite una curiosa sensación de paz, al menos los que hayan tenido la oportunidad de ver un cielo estrellado en todo su esplendor, algo cada vez dificil con la contaminación lumínica bajo la que vivimos mucho de nosotros.
Un firmamento que parece lleno de vida...hasta que salimos de la atmósfera. Y es que muchos se sentirían decepcionados al mirar la bóveda celeste desde una hipotética nave espacial, porque de golpe el cielo amable y vibrante que tantas veces obsevaron desde su casa se habría convertido en algo muy diferente...veríamos más estrellas, pero este tapiz estelar se nos antojaría estático, muerto, carente de la vitalidad de esas noches en La Tierra. Habríamos dejado atrás el espejismo.
Y es que el parpadeo de las estrellas, aquel que dota de tanta vida al cielo nocturno, no es más que eso, un simple espejismo, una ilusión producto de las turbulencias de nuestra atmósfera, el constante movimiento de masas de aire a diferente temperatura y opacidad, olas que se propagan por ella incluso en los días que aparentemente todo está en calma...y que, con ello, alteran, difuminan y desvian la luz que nos llega de ellas, ya extremadamente tenue dada la distancia (El sistema Centaury, el más próximas, se encuentran a 40 Billones de kilómetros de la Tierra), produciendo el caracteristico parpadeo que tan familiar nos resulta pero que tiene, como vemos, un origen mucho más próximo.
Y no solo parpadean, sinó que, si las observamos bién, parecen proyectar destellos de todos los colores, algo que nuevamente es producto de nuestra atmósfera: Cada longuitud de onda, correspondiente cada una a un color en concreto, se ve afectada de forma distinta cuando cruza por ella , y asi, mientras unos colores llegan hasta nosotros, otros son dispersados (como ocurre con el azul, responsable de que nuestro cielo tenga ese color)...que según el momento pueden ser unas u otras, ya que las turbulencias atmosféricas cambian rapidamente las condiciones reinantes de temperatura y densidad.
¿Y los planetas? ¿Porque en su caso no ocurre lo mismo? La respuesta es que si ocurre, aunque en mucha menor medida, hasta practicamente no ser detectable por nuestro ojos, al encontrarse mucho más cerca y su disco ocupar una fracción mayor de la bóveda celeste, mientras que las estrellas son practicamente un punto sin dimensiones apreciables. Y lo mismo vale para El Sol, una estrella como las demas.
Para la astronomía, pero, este fenómeno ha sido siempre un auténtico problema, pues las distorsiones de la atmósfera dificultan el trabajo de observación al disminuir la calidad de las imágenes tomadas. Es precisamente esto lo que impulsó la construccion de telescopios espaciales como el Hubble (y, por tanto, libre de cualquier interferencia), que los terrestres se instalen siempre en lugares altos y secos, y que se hayan desarrollo tecnologías (como la óptica adaptativa) para permir a estos anular dichas interferencias. Y en este último caso con resultados espectaculares.
Así que cada vez que nos preguntemos porqué todo ese esfuerzo técnico y económico en construir observatorios en lugares tan elevados, o incluso ponerlos en órbita, solo tenemos que salir una noche clara y observar el cielo estrellado. En su parpadeo está la respuesta.
Venus ocultado por La Luna, en una observación que permite apreciar las turbulencias de nuestra atmósfera...en el caso de los planetas esta apenas es perceptible, a no ser que, como en este caso, los observemos con un telescopio. Con las estrellas, mucho más lejanas y que son practicamente un punto sin dimensiones, este efecto es bien visible.
La distorsión atmosférica a todas las fuentes de luz que nos llegan, pero en el caso de los planetas, mucho más cercanos y cuyo disco ocupa una fracción de la bóveda celeste, este efecto no es perceptible por nuestros ojos, motivo por el cual aparecen en el firmamento cono estrellas fijas, sin cambios, mientras que en las estrellas este efecto es claramente visible en forma del familiar parpadeo que todos conocemos.
El efecto es mayor cuanto más bajo se encuentre el estrella en el horizonte, pues la cantidad de atmósfera que su luz debe atravesar antes de alcanzarnos es mayor.
La Bóveda celeste más allá de la atmósfera se nos mostraría llena de estrellas pero carente de los parpadeos y cambios de color que vemos en las noches terrestres...
Astronomical seeing
vaya que bonitas imagenes... me encanta este post... no sabia que existian las luciernagas celestes...
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