domingo, enero 30, 2011

Firmamentos


La Luna es el cuerpo planetario más cercano a nosotros, a una distancia que se mueve entre los 360 y los 400.000 Kilómetros según el momento. Y como resultado podemos verla en todo su esplendor, con un tamaño aparente suficientemente grande para ser el único en el que podemos apreciar a simple vista detalles de la superficie, como los llamados mares lunares, esa oscuras zonas cubiertas por antiguas emanaciones de magma y que al principio, hasta que los telescopios no desvelaron su auténtica naturaleza, se pensaba que eran grandes extesiones de agua marina iguales que las de La Tierra (de ahí el nombre que aún conservan, "mares").

Pero como veríamos a otros integrantes del Sistema Solar si se encontraran a una distancia parecida? El video superior recréa esta situación con cuatro de ellos: Marte, La Tierra (una pequeñá concesión sentimental), Neptuno y Júpiter.

El primero no resultaría especialmente espectacular, pues el planeta rojo apenas es el doble que grande que nuestro satélite (lo que, por otro lado, deja en evidencia hasta que punto es excepcionalmente grande este último), pero sin duda su variada y cambiante superficie proporcionaría a los astrónomos aficionados un objeto de observación sin igual.

Neptuno cubriría una buena parte de la bóveda celeste, un espectáculo, pero, que palidecería en comparación si el vecino fuera Júpiter, el mayor de todos los planetas...como un monstruo cosmico, practicamente ocuparía la mitad del cielo nocturno, con su violenta y turbulenta atmósfera flotando amenazadoramente sobre nuestras cabezas, recordando paisajes que más de una vez hemos visto en películas de ciencia ficción.

Y finalmente La Tierra...aunque en este punto la recreación deja de lado el realismo de las otras tres (por razones evidentes), si que podemos darle un lugar si cambiamos el punto de observación desde nuestro planeta hasta la superficie selenita. Y es que desde ella, como pudieron ver con sus propios ojos los tripulantes de los Apolo, el planeta azul tiene un tamaño aparente cuatro veces mayor que la Luna, con el añadido de que, al mostrar siempre esta la misma cara hacia nuestro planeta, este siempre se encuentra en el mismo punto, aparentemente tan fijo en la bóveda celeste como las estrellas.

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